Pronombres y afijos personales, estudio con datos de español conversacional
- García Salido, Marcos
- Victoria Vázquez Rozas Director
Universidade de defensa: Universidade de Santiago de Compostela
Fecha de defensa: 18 de outubro de 2011
- Guillermo Rojo Sánchez Presidente
- José María García-Miguel Gallego Secretario/a
- Rocío Caravedo Vogal
- Javier Elvira Vogal
- Olga Fernández Soriano Vogal
Tipo: Tese
Resumo
En español es posible y hasta común que el sujeto no se exprese mediante un constituyente clausular ya que, en ocasiones, la información que aportan las desinencias de número-persona de una forma verbal finita es suficiente para que el destinatario identifique la referencia del sujeto en cuestión. Sin embargo, en ciertos contextos se presentan constituyentes sintácticos que transmiten contenidos muy similares a los de los afijos verbales de número-persona: pronombres personales en función de sujeto. Estos dos hechos -que, por un lado, un constituyente sintáctico explícito, sea innecesario para que las cláusulas de esta lengua sean gramaticales y, por otro, que el contenido de los pronombres personales en función de sujeto coincida en gran parte con los expresados por las desinencias de las formas verbales finitas- supone uno de los problemas clásicos de los estudios lingüísticos del español -se trata ya en la primera edición de la GRAE (1771: 237, 249-250)-. Ante tal problema podrían plantearse al menos dos soluciones: (i) o bien los pronombres personales en función de sujeto son elementos redundantes, o bien (ii) los hablantes los usan para transmitir algo a su destinatario. En general, los trabajos que tocan este aspecto se decantan por la segunda opción. Tradicionalmente se apela a dos conceptos para explicar la presencia de pronombres personales en función de sujeto: por un lado, el énfasis, y, por otro, la claridad expositiva o la resolución de ambigüedades. El último solo parece adecuado para explicar el uso de formas que aportan contenidos ausentes en las desinencias verbales, esto es, los pronombres de tercera persona y, acaso, los de primera y segunda de plural. También puede aplicarse en aquellos casos en los que la desinencia verbal de número-persona es susceptible de más de una interpretación -se habla entonces de formas verbales equívocas o ambiguas-. Al primero de los conceptos citados -el énfasis- se le puede achacar cierta vaguedad o falta de poder explicativo, algo que, aun apelando a él para explicar el uso de los sujetos pronominales, no dejaba de reconocer un autor como Gili Gaya al afirmar que "los motivos de énfasis son variadísimos y a veces borrosos o poco perceptibles" (Gili Gaya 1961: 228). Así, partiendo de la insuficiencia o de la inespecificidad de las explicaciones tradicionales, a partir de la segunda mitad del siglo XX se llevan a cabo una serie de estudios con el propósito de profundizar en las causas que llevan al empleo de los pronombres personales sujeto. Cabe destacar aproximaciones como las de Fernández Ramírez (1951), Rosengren (1974) y Enríquez (1984) -estos dos últimos en sendos trabajos monográficos-, que aportan al estudio de la alternancia pronombre sujeto/desinencia un grado de pormenorización desconocido hasta la fecha gracias a la utilización de datos de uso y no de simples intuiciones basadas en la introspección del estudioso. A partir de los años 80 del s. XX surgen toda una serie de estudios también basados en datos susceptibles de ser encuadrados dentro de la estela variacionista -el trabajo de Enríquez (1984) podría incluirse en parte dentro de este conjunto-. Los métodos de estos trabajos -enfoque cuantitativo, análisis estadístico, etc.- se rentabilizarán en trabajos posteriores, aunque a veces dejen de lado variables sociales o geográficas. De todo ello, el lector podrá encontrar más detalles en el capítulo quinto de este trabajo. Que el problema descrito haya recibido considerable atención en etapas relativamente recientes podría llevar a la conclusión de que las razones que conducen al empleo de un pronombre personal en función de sujeto están relativamente esclarecidas. Sin embargo, los diferentes estudios no siempre apuntan en la misma dirección y, aun cuando las tendencias que se manifiestan en los datos manejados por autores diferentes sean similares, la interpretación que hace el investigador de tales datos puede no ir en la misma dirección. Así, diversos trabajos llegan a conclusiones prácticamente opuestas en lo que toca a la influencia de las llamadas formas verbales equívocas en la presencia de pronombres personales sujeto, y en dos estudios relativamente cercanos en el tiempo como Enríquez (1984) y Bentivoglio (1987) el sentido contrastivo atribuido a este tipo de unidades se entiende de formas prácticamente opuestas. Mientras que el primer trabajo busca en un concepto afín a la contrastividad (el de "contraposición") una explicación unitaria para los contextos que favorecen el empleo de pronombres sujeto, en el segundo, la contrastividad se identifica con rasgos contextuales muy precisos y se desecha como un factor determinante de la expresión de pronombres sujetos. En las décadas siguientes, los trabajos que adoptan un enfoque similar al de Bentivoglio (1987) -como Travis (2005, 2007) o Samper Padilla y otros (2006)- ignorarán prácticamente el papel que el contraste pueda tener en el fenómeno estudiado, mientras que autores como Luján (1999) insistirán en el sentido contrastivo como la razón que subyace al empleo de pronombres personales sujeto. Al mismo tiempo, en las diversas investigaciones acerca del fenómeno pueden encontrarse dos enfoques prácticamente opuestos en cuanto a las causas que llevan a elegir entre un pronombre personal y el afijo verbal correspondiente como indicación referencial del sujeto de una cláusula determinada: de una parte, trabajos como los de Enríquez (1984) o Luján (1999) intentan buscar una explicación unitaria para la alternancia entre estos dos usos en su totalidad; de otra, referencias como Rosengren (1974), López García (1998) o la NGRALE admiten que haya más de un motivo que lleve a los hablantes a optar por una u otra solución. Los trabajos de corte variacionista pueden verse como un caso extremo dentro del segundo grupo en el que se exponen los factores que favorecen el empleo de un pronombre sujeto y los que no lo hacen sin aspirar, en ocasiones, a una explicación más allá de la probabilidad asociada a uno u otro supuesto. En definitiva, el problema dista de estar cerrado y quedan por responder interrogantes relativos a la posibilidad de encontrar una explicación unitaria a la alternancia entre la presencia y ausencia de un pronombre personal sujeto y a la influencia de los propios factores que se han citado como desencadenantes de la alternancia -la contrastividad, la resolución de ambigüedades referenciales, etc.-. La situación que afecta a las desinencias personales del verbo y al pronombre personal sujeto correspondiente tiene un claro paralelo en la que afecta a los objetos pronominales: en ambos casos hay una unidad ligada al lexema verbal que aparece de manera obligatoria y un pronombre personal que se usa de manera opcional. En el caso de los objetos, las unidades verbales ligadas al lexema verbal son del tipo me, te, le, la, etc., formas que han venido denominándose "clíticos". En los últimos años cada vez son más los estudios que argumentan que, por sus características, este tipo de unidad es de naturaleza afijal y la relación que mantiene con objetos directos e indirectos es una relación de concordancia paralela a la que existe entre los constituyentes que desempeñan la función sintáctica de sujeto, como se comprobará en el capítulo segundo. A pesar de que la concordancia no se da de manera obligatoria con cualquier objeto directo o indirecto, en el caso de los pronombres personales la forma afijal ha de presentarse siempre. Por tal razón, con este tipo de objetos la simetría con respecto al caso del sujeto es completa y este hecho invita a un tratamiento conjunto de las tres funciones, que es el que se les da en este trabajo. De forma habitual, sin embargo, la perspectiva que se adopta en el caso de los objetos es la contraria, ya que se consideran en su conjunto, y se analizan los factores que favorecen la concordancia o doblado en lugar de los que determinan la presencia de un objeto sintáctico. Hay, sin embargo, trabajos como el de Luján (1999) en los que la presencia de sujetos y objetos pronominales se trata del mismo modo, como se hará aquí. Además, habida cuenta de que los pronombres personales en función de objeto son elementos opcionales esta perspectiva es la única posible cuando se aborda este subconjunto de objetos. Si en la lingüística hispánica la alternancia entre afijos y pronombres personales es un problema clásico -aunque, como se ha dicho es más infrecuente su planteamiento en el caso de los objetos directo e indirecto que en el sujeto-, en otras tradiciones, a partir de los años 80 del s. XX se viene prestando gran atención a las estrategias lingüística que se utilizan para marcar, ya no solo en la cláusula, sino en contextos discursivos más extensos relaciones entre los referentes del discurso: cómo se distinguen las relaciones de correferencia y no correferencia, cómo se manifiesta la diferencia entre expresiones anafóricas y las que introducen en el discurso referencias a entidades extralingüísticas, etc. Así, en la corriente generativa, dentro del modelo de rección y ligamiento -governement and binding- se introduce la distinción entre anáforas, pronombres y expresiones referenciales y se intenta dar cuenta de la alternancia entre pronombres y recursos referenciales carentes de expresión -llamados pro dentro de esta corriente- mediante el llamado Avoid pronoun principle. Pronto este tipo de distinciones, que la gramática generativa entiende como distinciones gramaticales, se intentan explicar mediante principios más generales de carácter pragmático o pragmático-cognitivo en trabajos como los de Levinson (1987, 2000) o Ariel (1990, 1994, etc.). La motivación de este tipo de trabajos es, por una parte, la posibilidad de dar cuenta de la alternancia entre distintos tipos de expresiones referenciales y anafóricas mediante principios de aplicación más amplia que ciertas reglas gramaticales formuladas para ciertos casos particulares y, por otra, el hecho de que el propio fenómeno rebase las fronteras de la cláusula, el ámbito en que se centra la gramática generativa. Cabe apuntar además que, si los trabajos de los últimos dos autores citados pueden verse hasta cierto punto como una reacción o una propuesta alternativa al modelo de rección y ligamiento, el interés por las diferentes estrategias referenciales y anafóricas aparece en la lingüística de orientación funcionalista de forma independiente y previamente a los trabajos de Ariel y Levinson, como en Givón (1983). Desde una óptica funcionalista, podrían distinguirse dos tipos de tratamiento de las diferentes estrategias referenciales: por una parte, están los estudios que se sirven fundamentalmente de reglas de tipo griceano o neo-griceano para dar cuenta de la interpretación referencial que recibe una determinada expresión lingüística; por otra, los que apelan a facultades como la memoria o la atención de los interlocutores -especialmente, las asunciones que el hablante hace con respecto al conocimiento o a la atención de su destinatario- y que podrían calificarse de aproximaciones cognitivas. Es, sin embargo, complicado establecer una división tajante entre estos dos tipos de aproximación, ya que muchas veces en una misma obra aparecen reglas o máximas pragmáticas al mismo tiempo que se apela a nociones de tipo cognitivo. Un ejemplo de ello puede encontrarse en los trabajos de Ariel: la noción de accesibilidad referencial que maneja la autora apela a conceptos tales como la representación mental de las entidades referidas, a la memoria o la atención del destinatario, al tiempo que la propia autora reconoce que su Teoría de la accesibilidad es deudora de un modelo pragmático que surge en buena medida como alternativa a Grice, como es la Teoría de la Relevancia de Sperber y Wilson. Sin duda, el estudio de la alternancia entre afijos y pronombres personales del español puede beneficiarse del aparato teórico surgido a partir de la investigación aludida en los párrafos precedentes y, en efecto, ciertos estudios se han servido de él -cf. Blackwell (2004), deudora de los trabajos de Levinson, o Camajoan (2006), que sigue los presupuestos de Tomlin (1987)- aunque este no es el tipo de aproximación más extendida. En líneas generales, puede decirse que la hipótesis de partida de este trabajo es que la alternancia entre la expresión por medios afijales y la expresión por medios pronominales de un argumento del predicado en función de sujeto, objeto directo y objeto indirecto obedece a la intención por parte del hablante de comunicar ciertos contenidos relacionados con el argumento en cuestión. Habida cuenta de las diferentes investigaciones llevadas a cabo sobre el problema que nos ocupa, parece previsible la confirmación de tal hipótesis, por lo que el trabajo prestará especial atención a dos cuestiones que se derivan de ella. En primer lugar, de confirmarse que la alternancia entre afijos y pronombres personales obedece a una intención comunicativa concreta, se intentará dilucidar qué factores llevan al uso de una u otra unidad, algo sobre lo que, como se ha visto, no hay un consenso absoluto y en algunos casos -la influencia de la ambigüedad verbal o de la contrastividad- la disensión es total. En segundo lugar, se tratará de establecer si es posible ofrecer una explicación unitaria a la alternancia estudiada, como han pretendido Enríquez (1984) o Luján (1999), o si los distintos factores que pueden favorecer el uso de una de las alternativas responden a motivaciones independientes. El trabajo se divide en dos partes. La primera de ellas abarca los tres primeros capítulos y se centra en la descripción de las unidades cuya alternancia se estudia. El primer capítulo está dedicado a delimitar las dos clases estudiadas -afijos y pronombres personales- determinando sus características semánticas, referenciales y distribucionales, aunque se presta especial atención a la clase pronombre, ya que los dos capítulos siguientes se centran en cuestiones relativas a los afijos de persona. El segundo capítulo trata dos cuestiones que en la bibliografía muchas veces se abordan de manera conjunta: de un lado; el estatus morfológico de los morfemas personales de objeto -unidades del tipo me, te, la, etc.-, que se han venido considerando clíticos, aunque en trabajos recientes se argumenta que muchas de sus características los asemejan a las que definen a las unidades afijales; de otro, la posibilidad de considerar que las unidades mencionadas puedan funcionar como marcas de concordancia asimilables a las desinencias verbales de número-persona. El tercer capítulo puede verse como un complemento al segundo. En él se tratan diversos aspectos relativos a la gramaticalización de las marcas personales de objeto y al desarrollo de la concordancia objetiva en español. Por lo que respecta a estas dos cuestiones, la perspectiva diacrónica es esclarecedora. Por una parte, un repaso a la historia de las marcas de objeto permite ver que si en etapas anteriores de los romances peninsulares tenía sentido su clasificación como clíticos, con el paso del tiempo han experimentado un proceso de fijación que asimila sus características a las de ciertos afijos flexivos. Por otra parte, la explicación que se intenta dar aquí al desarrollo de la concordancia objetiva en español, basada en la frecuencia de uso, justifica peculiaridades de esta frente a la concordancia sujeto-verbo, como su desigual extensión. Una vez establecidas las propiedades de las unidades en alternancia y la naturaleza paralela de la relación entre pronombres y afijos tanto en función de sujeto como de objeto, la segunda parte del trabajo se centra en los factores que están detrás del uso de uno y otro tipo de unidad. El primer capítulo de esta segunda parte, cuarto en total, discute una serie de estudios que han tratado el uso de diferentes expresiones referenciales. Dichos estudios no se centran exclusivamente en la alternancia entre unidades pronominales y afijales, aunque también la tratan, sino que generalmente incorporan estos dos tipos de unidades como posibles opciones de abanicos de alternativas más amplios en los que se incluyen demostrativos, frases nominales, nombres propios, etc. Este problema ha recibido una atención considerable desde estudios que adoptan perspectivas pragmáticas -neogriceanas o derivadas de modelos como el de la Teoría de la relevancia, de Sperber y Wilson- o cognitivas -Givón (1983, 1992), Tomlin (1987), etc.-. Si el capítulo cuarto es una discusión de cómo se ha abordado el asunto desde una perspectiva que es posible aplicar interlingüísticamente y que comprende cualquier recurso referencial o, al menos, unidades potencialmente anafóricas, el capítulo quinto pretende ser una revisión del tratamiento dado a la alternancia entre pronombres y afijos en español en particular, cuyas líneas principales ya se han esbozado en el primer apartado de esta introducción. En el capítulo sexto se aborda un estudio fundamentalmente cuantitativo de los factores que pueden incidir en la alternancia estudiada. La muestra manejada aquí se limita a datos de variedades del Levante y el centro peninsular, con lo cual, en principio, su representatividad es bastante limitada. Sin embargo, de la comparación con otros trabajos, se desprende que la alternancia responde a patrones similares en otras variedades del español. Fuera de este estudio quedan aquellos valores que se asocian exclusivamente a una de las dos unidades estudiadas -en la práctica, los pronombres- y a los que se dedica el capítulo séptimo y, en parte, el octavo. Las variables analizadas estadísticamente son: (i) persona y (ii) número de las unidades en alternancia, (iii) presencia de un elemento correferente en la cláusula anterior, (iv) función sintáctica, (v) función sintáctica del antecedente, (vi) ambigüedad de la forma verbal y (vii) secuencia textual en la que aparece la unidad estudiada. Para el conjunto de la muestra, solo cuatro de estos factores resultan estadísticamente significativos: por orden de importancia, (iv), (i), (ii) y (iii). La nómina cambia si se consideran determinados subconjuntos de la muestra, como se detalla en el capítulo en cuestión. El uso de pronombres personales cuando es posible una alternativa afijal se ha asociado de manera recurrente con aspectos informativos, tales como el foco, el tema oracional o el contraste. Existen, sin embargo, considerables diferencias en la forma de entender el componente informativo, razón por la cual buena parte de este capítulo está dedicado a aclarar la postura que se adoptará aquí al respecto. Una vez aclarado este punto, se examina la incidencia de estos aspectos en la expresión pronominal y los valores que resultan de superponer el componente informativo al uso de pronombres personales. El capítulo octavo estará dedicado a discutir ciertas aproximaciones que relacionan el uso de pronombres personales, fundamentalmente en función de sujeto, con su supuesta incidencia en la semántica verbal. El tratamiento de este aspecto en un capítulo aparte se debe a que este factor muy probablemente incide de manera desigual en el uso de pronombres dependiendo de la persona gramatical -de hecho, gran parte de los estudios discutidos se centran en una sola persona- lo que desaconseja equiparar este factor con los estudiados en el capítulo sexto. El último capítulo estará dedicado a exponer las conclusiones generales a las que ha conducido el estudio llevado a cabo. Para comprender la alternancia estudiada hay que tener en cuenta que, en general, los pronombres pueden llevar a cabo dos funciones: si bien no se puede obviar su función referencial, es preciso también reconocer casos en que su presencia es indiferente a dicha función, que hubiera cumplido la forma afijal, y obedece a otras causas. Teniendo en cuenta estas dos funciones, se intentan sistematizar los factores estudiados en los capítulos precedentes.