Experiencia estética y fotografía de guerra

  1. Velasco Padial, Paula
Dirixida por:
  1. Inmaculada Murcia-Serrano Director

Universidade de defensa: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 22 de xuño de 2016

Tribunal:
  1. José Luis Molinuevo Martínez de Bujo Presidente/a
  2. María Jesús Godoy Domínguez Secretario/a
  3. Simón Marchán Fiz Vogal
  4. Juan Bosco Díaz-Urmeneta Muñoz Vogal
  5. Federico López Silvestre Vogal

Tipo: Tese

Teseo: 415654 DIALNET lock_openIdus editor

Resumo

La fotografía es una forma de representación muy particular. Se sitúa a medio camino entre el documento y la expresión, entre arte y técnica. La relación que mantiene con lo real hace que sea utilizada como información, pero, al mismo tiempo, cuenta con un componente estético irrefutable. Pese a que ambas cuestiones forman parte de la imagen, desde la invención de este medio se han considerado caras opuestas de una misma moneda, completamente disociadas. En los últimos años se ha producido, sin embargo, un fenómeno curioso. Los mismos que antes custodiaban esta frontera artificial han comenzado a establecer puentes entre ambas facciones. Los límites comienzan a desdibujarse. Quienes utilizan su cámara como herramienta para inmortalizar una realidad empiezan a mostrarse, superando la máxima de permanecer ocultos tras una falsa objetividad. Hace mucho que la fotografía documental dejó de cargar con el peso de este mito, motivo por el cual es relativamente sencillo encontrar prácticas en las que lo real está diluido en la expresión. Pese a ello, aún queda una pequeña fracción de la imagen como testimonio que sigue aferrándose a la idea de ser realidad: el fotoperiodismo. El informador se debe a la verdad. Analizado siempre desde la óptica de la información, los reporteros que utilizan la imagen como forma de contar un acontecimiento aún siguen anclados a la vieja idea de la imagen como registro objetivo de lo real. O, al menos, lo más objetivo posible. Es una de las máximas del periodismo: narrar lo sucedido tal y como fue. Pero incluso este ámbito ha empezado a experimentar cambios, acelerados por la aparición de la fotografía digital y el desarrollo del periodismo ciudadano. Cada vez son más los fotoperiodistas que reconocen la unión entre estética y documento. En la mayoría de los casos, los informadores se limitan a trabajar el apartado estético de la imagen para asegurar que la realidad en ella contenida llegará al máximo número de personas posibles. En otras ocasiones, trasladan sus capturas de los canales propios de la información a espacios que antes eran de uso exclusivo del arte. Es a esta fusión a la que denominaremos estetización. Para muchos, esta apuesta por lo estético supone un problema moral. Varias voces críticas se han alzado para denunciar la excesiva preocupación del fotógrafo por capturar una buena imagen en detrimento del valor informativo de la misma. Al mismo tiempo, inciden en el conflicto ético que esto genera. Una gran parte de las verdades que el fotoperiodismo retrata son de naturaleza hiriente: el dolor de hambrunas, guerras y asesinatos no debería ser embellecido en pos de una buena toma. En esta idea está la clave del conflicto moral que supone el reconocimiento de lo estético en la fotografía: la posibilidad de crear una imagen de mayor valor estético es directamente asociada al hecho de estetizar la propia realidad. Este fenómeno tiene, además, una repercusión directa en el espectador: le permite desplazar su atención del documento y apreciar la imagen como objeto estético. Puede, así, deleitarse en la contemplación de ciertas realidades que, percibidas de manera directa, difícilmente provocarían esta reacción. El objetivo principal de este estudio es demostrar que es posible placerse en la contemplación de la fotografía de guerra sin que ello suponga ningún tipo de aberración moral. Con este fin como destino final, iremos atravesando diferentes metas. En primer lugar, demostraremos que la identificación de la fotografía con objetividad no tiene mayor fundamento que el que le otorga la tradición. Evidenciaremos, así, que toda imagen es fruto de una subjetividad, y que si ésta tiene algún valor informativo se debe, precisamente, a que su autor se responsabiliza de su contenido. Expondremos, además, que el proceso de creación de la fotografía no se limita al instante en el que el material fotosensible entra en contacto con el fragmento de lo real seleccionado por el fotógrafo, sino que la construcción de su significado se prolonga hasta el mismo instante de su recepción. Esto evidenciara que el proceso de estetización no es responsabilidad exclusiva de quien firma la imagen, al tiempo que subrayará la gran cantidad de capas que van enturbiando la capacidad de entender el fenómeno de ver a través de la fotografía como una manera indirecta de ver. Gracias a este gesto, se hará evidente que percibir estéticamente la fotografía de guerra no implica considerar la guerra como una realidad capaz de deleitarnos en su contemplación. Una vez sorteado este obstáculo, continuaremos nuestro recorrido con un análisis más concreto de lo que supone la estetización de la fotografía de guerra. Este tendrá como propósito comprender por qué se tiende a vincular lo estético con lo bello y este, a su vez, con la falsedad y la manipulación. Tras demostrar que estetizar no tiene por qué considerarse sinónimo de embellecer, analizaremos con detenimiento el placer estético que puede producir la representación de un conflicto y sus consecuencias a través de las categorías de lo bello y lo sublime. Mediante este estudio se pondrá de relieve que la fotografía de guerra puede despertar en nosotros, como espectadores, las ideas de belleza y sublimidad y, de esta manera, provocar la fruición en su contemplación. Asimismo, se plantearán las ventajas que puede tener el giro estético de la fotografía de guerra para el espectador y su forma de relacionarse con lo real.