Dolor abdominal crónico en la edad pediátricaimplicación de factores clínicos, ambientales y psicosociales. Desarrollo de un programa informático específico.

  1. Salvador Pinto, Tatiana
Dirigida por:
  1. Caterina Calderón Garrido Director/a
  2. Cecilia Martínez Costa Director/a

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 15 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Teresa Kirchner Presidente/a
  2. Carmen Jovaní Casano Secretario/a
  3. Adolfo Bautista Casasnovas Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El dolor abdominal crónico (orgánico o funcional) es una causa frecuente de dolor en la infancia, suponiendo hasta el 25% de las derivaciones desde atención primaria a gastroenterología. Es un fenómeno complejo en el que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales en su cronificación. Por ello, el objetivo de este trabajo fue analizar los principales factores clínicos, ambientales y psicosociales relacionados con el DAC (dolor abdominal crónico) en escolares y adolescentes, en la consulta de gastroenterología infantil del Hospital Clínico Universitario de Valencia, así como, desarrollar un programa informático específico útil para el manejo de estos pacientes. Se diseñó un estudio prospectivo, observacional con carácter transversal contando con una muestra de 134 niños a los que se les realizó una anamnesis y exploración clínica exhaustiva, además, se seleccionó una submuestra de 44 niños a los que se les administró una batería de cuestionarios sobre aspectos psicosociales tanto a ellos como a sus cuidadores principales. La prevalencia del DAC fue del 22%, cifra que se encuentra en el rango descrito en la literatura. El DAC predominó en el género femenino (relación 3:2) con picos de incidencia a los 10 y a los 13 años. El 90% de los pacientes fueron catalogados como trastornos funcionales gastrointestinales según criterios Roma III (40% síndrome intestino irritable, 28,4% dolor abdominal funcional infantil, 20% dispepsia funcional, 10% síndrome de dolor abdominal funcional infantil y 1,6% migraña abdominal). El 10% restante fueron dolores de origen orgánico, de los cuales, el 90% presentó algún “signo de alarma”. Los pacientes presentaban en su mayoría una larga evolución del dolor (superior a un año), con una frecuencia de cuatro episodios a la semana, de localización periumbilical y de tipo continuo/opresivo, con síntomas asociados. En un 43% de casos los niños asociaron otros síntomas como náuseas y vómitos, cefalea y estreñimiento; y en el 28% el dolor mejoró durante las vacaciones escolares. Las pruebas complementarias más solicitadas fueron la ecografía, el hemograma, la bioquímica y los exámenes en heces, siendo normales en el 90% de los casos. La prueba que resultó más eficiente fue el test de hidrógeno espirado para detectar intolerancia a los azúcares. Todos los pacientes con trastorno funcionales gastrointestinales estaban normo o sobrenutridos, presentaban tendencia al estreñimiento y asociaban hábitos higiénico-dietéticos poco saludables (dieta pobre en fibra y rica en bebidas azucaradas). Por ello, conviene indagar estos aspectos para pautar modificaciones que condicionen mejoría del dolor. En el estudio de los factores psicosociales, el perfil de las madres principales participantes en el estudio fue el de una mujer entorno a los 40 años, casada y con dos hijos, residente en la ciudad, con un nivel socio-económico familiar medio-bajo. Percibían un dolor moderado en sus hijos, y utilizaban estrategias de afrontamiento dirigidas a mantener la integración familiar. Informaron de pocos acontecimientos estresantes en el último año. Eran madres sin sintomatología psiquiátrica, sin embargo presentaban números síntomas de baja intensidad que les generaba un notable malestar psicológico. Los niños percibieron el dolor como moderado, sin embargo lo describieron como severo, y presentaron un perfil de afrontamiento evitativo y un nivel de catastrofismo moderado. Aunque no presentaban patología ansioso-depresiva, eran niños sensibles con excesiva preocupación acerca de la separación de su núcleo familiar. De las variables psicológicas analizadas en el menor, el catastrofismo fue la que mejor predijo el dolor. Si eliminamos esta variable, el tiempo de evolución y las escasas estrategias de afrontamiento fueron las que mejor predijeron el índice de dolor en los niños. Por todo ello, se aconseja tener en cuenta estas variables en la evaluación clínica y proponemos la administración de dos breves cuestionarios en la consulta para el screenig de los pacientes con peor pronóstico candidatos de valoración psicológica especializada. En los padres, la variable que mejor predijo las consultas al especialista fue las quejas somáticas del menor. Cuanto más quejas, más ansiedad parental y del propio hijo, y más conductas proteccionistas por parte de los padres. Las madres resultaron ser buenas informantes del dolor abdominal de sus hijos. Sin embargo, percibían más síntomas internalizantes en ellos (ansiedad-depresión y somatización). De las variables analizadas en los padres, a menor cohesión familiar y mayor somatización en el hijo, peor fue el índice de dolor referido por los padres. Las madres con mayor malestar psicológico, presentaban más estrés, y se percibían a sí mismas y a sus hijos con más síntomas internalizantes (ansiedad-depresión y somatización).