Paisaje doméstico y complejidad social en la prehistoria reciente del noroeste ibérico

  1. González Insua, Félix
Dirixida por:
  1. Beatriz Comendador Rey Director
  2. César Parcero Oubiña Director

Universidade de defensa: Universidade de Vigo

Fecha de defensa: 24 de maio de 2017

Tribunal:
  1. Víctor Hurtado Pérez Presidente/a
  2. María Pilar Prieto Martínez Secretaria
  3. Ana María dos Santos Bettencourt Vogal

Tipo: Tese

Resumo

El principal objetivo de la presente tesis doctoral es ofrecer una interpretación global acerca de los procesos de cambio social experimentados por las comunidades del Noroeste Ibérico durante la Prehistoria Reciente prestando especial atención al estudio de las formas de ocupación del espacio a partir del análisis locacional de los yacimientos habitacionales. Para ello, se desarrolla una lectura de las diferentes manifestaciones del registro arqueológico en términos de complejidad social. En el capítulo 1 se desarrolla el enfoque teórico y metodológico. El primero se basa en la propuesta post-estructuralista planteada por F. Criado (2012), que constituye una “tercera vía” entre la epistemología procesualista y la posprocesualista. El método estructural propuesto requiere de la introducción de horizontes de subjetividad alternativos que permitan la formulación de hipótesis interpretativas con mayor peso objetivo, por lo que es necesario el desarrollo de una teoría social sobre la que contextualizar la intepretación. En este caso se ha optado por una teoría social cuyo componente principal es la antropología política anarquista desarrollada por el antropólogo francés P. Clastres (1981, 2010), cuya principal premisa es que las sociedades primitivas tienden a resistirse a los procesos de complejidad social. En cuando al enfoque metodológico —el dispositivo mediante el que generar las hipótesis interpretativas—, se recurre a la arqueología del paisaje, estudiando en profundidad la dimensión económica y sociopolítica de los paisajes de la Prehistoria Reciente del Noroeste Ibérico. Como medio para intentar determinar las estrategias de ocupación del espacio se propone el análisis locacional a través de un Sistema de Información Geográfica (SIG) que permita formular hipótesis acerca de los criterios locacionales que pudieron haber determinado la elección del emplazamiento de los asentamientos. Para determinar esos criterios se seleccionan una serie de factores locacionales que pudieron ser relevantes para las sociedades de la época, relacionados con las condiciones de visibilidad, accesibilidad y movilidad. A través de la aplicación del análisis locacional se pretende determinar si existen o no variaciones en las formas de ocupación del espacio entre las diferentes etapas en las que se subdivide el conjunto del periodo. En el capítulo 2 se presenta el marco cronológico y espacial de la investigación. En cuanto al primero se defiende la conveniencia de considerar la Prehistoria Reciente en su conjunto, entendida como un ciclo histórico coherente caracterizado por el surgimiento y consolidación de las sociedades productoras de alimentos con un modelo de hábitat basado en las aldeas abiertas, que en el Noroeste de la Península Ibérica se inicia a comienzos del quinto milenio con los primeros testimonios de antropización del medio y finaliza en las primeras centurias del primero, cuando se generaliza el poblamiento fortificado. Sin embargo, dado que lo extenso del periodo, se hace necesario algún tipo de subdivisión en diferentes etapas que contribuya a ordenar el registro. En este sentido, para la presente investigación, se asume la subdivisión de la Prehistoria Reciente en cuatro etapas propuesta por P. Prieto (2001): Neolítico Inicial/Medio, Neolítico Final, Bronce Inicial y Bronce Final. El Noroeste Peninsular se entiende como referencia general que comparte una serie de características que animan a su consideración global. Sin embargo, la investigación se centra principalmente en la actual Comunidad Autónoma de Galicia, en la medida en que representa la zona que necesita de un impulso que equipare su tradición historiográfica a la del Norte de Portugal, donde la investigación sobre el espacio doméstico y su distribución espacial goza de un mayor recorrido. Para el desarrollo del anális locacional se seleccionan ámbitos comarcales —la península de O Morrazo, la comarca de Santiago y la región transfronteriza del valle del río Támega— que permitirá explorar las similitudes y diferencias en las estrategias de ocupación del espacio en cada una de ellas, determinando hasta qué punto existe un patrón común o si por el contrario cada territorio corresponde a una lógica de poblacimiento específica. En este sentido, se lleva a cabo una detallada descripción del marco geográfico y del registro arqueológico en cada una de esas tres zonas de estudio. El capítulo 3 se refiere a la información paleoambiental disponible que permiten aproximarse a los cambios producidos en el medio ambiente a lo largo de la Prehistoria Reciente. Se detalla la información referida al clima y a los cambios climáticos, a las variaciones en la línea de costa, a la contaminación derivada las actividades mineras y metalúrgicas y, sobre todo, a los episodios de deforestación que suponen la activación de los procesos de erosión y sedimentación del suelo que tienen un importante impacto en la configuración del paisaje, modificándolo sustancialmente. En este sentido, se advierte de las precauciones que se deben tomar a la hora de considerar la capacidad productiva de los suelos como factor locacional, dado que la aproximación al análisis del potencial productivo suele realizarse considerando la disposición actual del suelo, cuando la información paleoambiental nos demuestra que sus características se alteraron sustancialmente a lo largo de la historia. Durante las etapas iniciales de la Prehistoria Reciente —quinto y cuarto milenio—, los suelos fueron mucho más estables, existiendo un mayor equilibrio entre tierras altas y bajas, por lo que las características de los suelos serían muy diferentes a las actuales. Solamente a partir del tercer milenio, cuando se inician los grandes procesos de erosión y sedimentación, la consideración de este factor locacional tiene cierto sentido. En el capítulo 4 se presentan las características de la base de datos diseñada para el estudio de los yacimientos habitacionales de la Prehistoria Reciente. Ante la enorme fragmentación y heterogeneidad de la información disponible sobre ese tipo de yacimientos, es imprescindible abordar una sistematización de todas las evidencias existentes que permita la correcta caracterización formal y espacial de una realidad arqueológica dispersa. Además, la creación de esta base de datos de carácter espacial es necesaria tanto para la selección de las zonas de estudio —en función de la densidad de yacimientos— como para el desarrollo del análisis locacional mediante el Sistema de Información Geográfica (SIG). El capítulo 5 es el dedicado a la caracterización formal de los yacimientos habitacionales de la Prehistoria Reciente, señalando previamente las dificultades inherentes en su localización y delimitación —incluso de aquellos sitios que han sido ampliamente excavados— y haciendo una breve referencia a las caracterizaciones realizadas con anterioridad por otros investigadores. Se concluye que los sitios del Neolítico Inicial/Medio representan ocupaciones con escaso desarrollo espacial y una débil permanencia del hábitat, aunque existen algunos ejempos que apuntan hacia la existencia de asentamientos de mayor entidad. Las estructuras más habituales son las estructuras de combustión y las fosas, aunque en determinados yacimientos ya se documentan los fondos de cabaña que se generalizarán en las siguientes etapas. El Neolítico Final parece representar un salto cualitativo bastante importante respecto a la etapa precedente en lo que a permanencia del hábitat se refiere. La principal característica es la generalización de los fondos de cabaña, estructuras claramente habitacionales. Sin embargo, salvo excepciones, el número de estas estructuras es muy limitado. La extensión de los sitios es variable, aunque por primera vez se documetan asentamientos de gran tamaño que podrían ponerse en relación con los recintos de fosos que se documentan en el resto de la Península Ibérica durante el tercer milenio. Durante el Bronce Inicial se documentan sitios que estructuralmente son muy similares a los de la etapa precedente, aunque también es habitual que se registren yacimientos con una permanencia del hábitat menor, así como ocupaciones puntuales sobre los sitios del Neolítico Inicial/Medio. Por lo tanto, durante el Bronce Inicial se documentan asentamientos de carácter menos estable que pueden estar respondiendo a una lógica de campamento estacional, pero sin duda también se documentan sitios con una clara vocación de permanencia capaces de acoger a una comunidad amplia en su interior. Por último, el Bronce Final es la etapa que presenta unas mayores dificultades para su correcta caracterización. Todo apunta a que los asentamientos del Bronce Final continúan siendo lugares abiertos, estructuralmente semejantes a los de las etapas previas, aunque con una reducción notable de la densidad de ocupación. La principal novedad será la aparición de cabañas de unas dimensiones mayores de tendencia rectangular, aunque también existen ejemplos de los típicos fondos de cabaña característicos de las etapas precedentes. Otra de las novedades importantes, al menos en los yacimientos más al Sur, es la documentación de grandes estructuras de almacenaje que estarían evidenciando un importante incremento de las actividades productivas. En el capítulo 6 se define el modelo espacial de asentamiento y se estudia en detalle la distribución macroespacial de los sitios en cada una de las etapas de las tres zonas de estudio seleccionadas previamente. En cuanto al modelo espacial de asentamiento se constata la vigencia del modelo de “áreas de acumulación” —concentración más o menos extensa de puntos arqueológicos con diferentes densidades de material cerámico en superficie que se interpretan como lugares de ocupación recurrente— propuesto de F. Méndez (1994). Este dispositivo conceptual, inicialmente planteado para la Edad del Bronce, es extensible al conjunto de la Prehistoria Reciente, en la medida en que exista una recurrencia en la ocupación de unos mismos espacios. En análisis de la distribución de sitios indica que cada región presenta unas características determinadas en cada una de las etapas en las que se subdivide la Prehistoria Reciente, aunque existen una serie de regularidades que permiten extraer algunas conclusiones comunes. La primera de ellas es que en Neolítico Final representa un punto de inflexión en cuanto a la densidad de poblamiento, documentándose un mayor número de sitios que, además —como se apuntó en el capítulo anterior—, son más grandes y estables, aunque cada sitio dispone en su entorno más próximo del territorio suficiente para garantizar su propia subsistencia. La etapa que presenta mayor densidad de poblamiento, y por tanto una mayor presión sobre los recursos, es el Bronce Inicial, produciéndose un solapamiento entre las áreas isócronas de 15 minutos de los sitios. Sin embargo, en los casos en que se constata esta superposición normalmente uno de los sitios se trata de un asentamiento de escasa entidad, por lo que el conflicto por unos mismos espacios se atenúa. Esta situación, lejos de consolidarse, se ve interrumpida en la etapa final, que presenta unas características más parecidas a las del Neolítico Final debido a la aparente disminución de la densidad de poblamiento. En capítulo 7 constituye unos de los aspectos centrales de la tesis doctoral, estudiando las formas de ocupación y organización del espacio a partir del análisis locacional de los asentamientos del periodo. En la primera parte de este extenso capítulo se detalla el procedimiento analítico para el análisis locacional, especificando el proceso de obtención y construcción de toda la información necesaria para el análisis con el Sistema de Información Geográfica, así como el procedimiento para la delimitación hipotética de los sitios arqueológicos en base a criterios fisiográficos y de pendiente. A continuación también se detallan los pasos seguidos en los análisis de elevación, visibilidad, accesibilidad y movilidad, con el objetivo de plantear un procedimiento estándar que pueda ser aplicado en otras regiones y que permita la comparación de resultados. Por último, se plantea la necesidad de la aplicación de métodos de significación estadística que permitan el reconocimiento de patrones en los datos a través de la exploración, clarificación y estimación de la importancia de las relaciones entre ellos. En la segunda parte se analiza, en primer lugar, el comportamiento de los factores locacionales en cada una de las etapas y en cada una de las zonas de estudio. En segundo lugar se plantea una aproximación a cuáles podrían haber sido los criterios seguido por las comunidades de la Prehistoria Reciente a la hora de tomar una determinada decisión locacional en cada una de las etapas consideradas. A modo de balance se presenta una propuesta de las posibles formas de ocupación del espacio, concluyendo que existe una importante dificultad a la hora de plantear un modelo general de organización del espacio para el conjunto del Noroeste Ibérico. Salvo en cuestiones concretas en momentos determinados —que sin embargo no parecen ser fruto del azar y que probablemente tengan su significación en términos socioeconómicos— parece que cada una de las tres zonas de estudio responde a unas dinámicas locales más a que a una estrategia general de ocupación del espacio común al cuadrante Noroeste de la Península Ibérica. Una regularidad que sí se detecta es la variación en esas formas de ocupación entre cada una de las etapas, aunque con diferencias en el grado de ruptura entre una etapa y otra. En la tercera y última parte del capítulo 7 se plantean las hipótesis interpretativas acerca de los códigos de organización del espacio que subyacen en la configuración del paisaje a través de la aplicación del método estructural que requiere comprobar si las regularidades espaciales observadas en la distribución espacial de los sitios reaparecen en otras escalas y ámbitos de la misma formación cultural. La otra escala escogida es la organización del espacio doméstico, mientras que los otros ámbitos son la cultura material cerámica y el arte rupestre. De este modo, se plantea que de un concepto de espacio abierto y segmentado, basado en la división horizontal del espacio propio del Neolítico, se transita —con la irrupción del fenómeno campaniforme— a un nuevo concepto de espacio más cerrado, en donde la horizontalidad se sustituye por la verticalidad, dando lugar a una realidad mucho más compleja. La desaparición de ese fenómeno provocará otra ruptura en los esquemas espaciales, inaugurando un nuevo periodo en el que las correspondencias espaciales se revelan más difusas que en las etapas precedentes, pero que indudablamente representan el surgimiento de una nueva realidad. En el capítulo 8 se abordan las estrategias de subsistencias seguidas por unas comunidades que por primera vez en la historia producen sus propios alimentos. El capítulo se inicia con una reflexión sobre el proceso de “neolitización” del Noroeste, para a continuación estudiar en detalle las evidencias presentes en el registro arqueológico sobre las especies cultivadas, la recolección de productos silvestres, los animales domésticos, la caza de animales salvajes, la utilización de productos secundarios derivados de la domesticación de los animales y los sistemas de cultivo. Considerando todas las evidencias en conjunto, sobre todo las recientes matizaciones al comienzo del aprovechamiento de los productos secundarios derivados de la domesticación de los animales (Halstead y Isaakidou, 2011) —que han alterado sustancialmente el panorama sobre las estrategias de subsistencia y los sistemas de cultivo de la Prehistoria Reciente a nivel europeo—, se propone una hipótesis alternativa al esquema evolutivo clásico que implicaba el tránsito de un régimen de cultivo extensivo a uno intensivo. En su lugar se plantea el recorrido inverso: los cultivos de las pequeñas comunidades de los momentos iniciales de la Prehistoria Reciente se desarrollarían en las inmediaciones de los asentamientos, bajo un régimen intensivo en el que el uso de los animales como fuente de abono y fuerza de tiro permitiría obtener unos altos rendimientos por parcela. A partir del tercer milenio, con el incremento del tamaño de los asentamientos, el sistema de cultivo intensivo se revelaría insuficiente y obligaría a las comunidades a ampliar los terrenos dedicados a labores agrícolas, más alejados de los asentamientos y en el que el cultivo intensivo ya no sería posible, dando lugar en esas nuevas parcelas a un régimen de carácter extensivo en las que los rendimientos serían menores y decrecientes, produciéndose su agotamiento a las pocas cosechas. En este sistema, la introducción del mijo a mediados del segundo milenio —además de reducir el riesgo al diversificar las cosechas— pudo contribuir a obtener unos mayores rendimientos, posibilitando la producción de excedentes, con importanes consecuencias sobre el proceso de complejidad social. El capítulo 9 es el dedicado a tratar en detalle la problemática de la complejidad social. Para ello, en primer lugar se presenta los términos del debate sobre la desigualdad social en otras zonas de la Península Ibérica con una mayor tradición investigadora en ese campo, así como las aproximaciones realizadas en concreto para el Noroeste. A continuación se exponen los indicadores empíricos más frecuentes a la hora de intentar determinar el grado de complejidad social. El análisis de esos indicadores, junto con la información derivada del análisis paisajístico, permitirá plantear —en el siguiente capítulo— una interpretación acerca de los procesos de cambio social en la Prehistoria Reciente del Noroeste Ibérico. Esos indicadores arqueológicos son ocho y se refieren 1) a la guerra y conflictividad, 2) al incremento de la población, 3) al incremento de la capacidad para la producción y almacenamiento de excedentes, 4) a la capacidad para la movilización de fuerza de trabajo, 5) a la especialización productiva/artesanal o división del trabajo, 6) al intercambio de bienes de prestigio, 7) a la tendencia a la individuación en los enterramientos y 8) a la diferencia entre las unidades domésticas dentro de un asentamiento. El análisis de estos ocho indicadores, junto con las formas de ocupación del espacio, completan una aproximación holística al registro arqueológico que durante toda la investigación se considera fundamental para ofrecer una interpretación de la organización social. Además, una aproximación a la complejidad social basada en indicadores permite el desarrollo de futuros estudios comparativos entre distintas regiones de la Península Ibérica, determinando hasta qué punto el Noroeste se integra en las dinámicas sociohistóricas del resto de la Península. Por último, el último capítulo funciona a modo de síntesis de toda la información detallada en los capítulos precedentes, ofreciendo una interpretación global de los procesos de cambio social durante la Prehistoria Reciente del Noroeste Ibérico a partir —continuando con la aplicación del método estructural— de la introducción de horizontes de subjetividad alternativos, tratando así de “objetivar” dicha interpretación. En la medida en que la intención es comprender las permanencias y transformaciones en las formas de organización social entre cada una de las etapas propuestas, se presentan separadamente cada una de ellas, tratando de explorar los posibles cambios y trazando una evolución del funcionamiento de las sociedadas del Noroeste Ibérico desde la aparición de las primeras sociedades agrarias al surgimiento del poblamiento fortificado. En este sentido, se identifican dos transformaciones y una ruptura en la formas de organización social. Desde el surgimiento de las primeras sociedades agrarias que inauguran el inicio de la Prehistoria Reciente, la primera transformación de calado se produciría en la transición entre el cuarto y el tercer milenio, con el tránsito del Neolítico Inicial/Medio al Neolítico Final. En ese momento se produce un importante cambio en las formas de vida de los grupos humanos, que adquieren una nueva dimensión con evidentes consecuencias sobre las relaciones sociales. Sin embargo, los principios estructuradores de la sociedad se mantienen, entrando en funcionamiento una serie de mecanismos de resistencia que contribuyen a que la desigualdad no se extienda, dibujando un escenario de comunidades básicamente igualitarias. A mediados del tercer milenio, con el inicio del Bronce Inicial, se produce la segunda de las transformaciones de calado, entrando en juego un nuevo universo simbólico basado en valores heroicos que desemboca en un notable incremento de la complejidad social en el que la obtención de prestigio por parte de líderes incipientes es una constante en todos los ámbitos de la vida social. Sin embargo, considerando todos los indicadores en conjunto, la naturaleza del poder continúa siendo fundamentalmente la misma. Es decir, aunque existen importantes impulsos hacia la división social, éstos todavía son contrarrestados de manera efectiva por las estrategias de resistencia encargadas de neutralizarlos, manteniéndose la desigualdad social por debajo de los umbrales que representarían la ruptura de la sociedad primitiva. Se califica de ruptura la tercera de las transformaciones documentadas, aquella que sucede a mediados del segundo milenio y que marca la transición entre el Bronce Inicial y el Bronce Final. En ese momento, la práctica totalidad de los indicadores analizados experimentan una profunda transformación que suponen un cambio radical con la etapa precedente, tanto a nivel de la realidad material como de la ideacional. Además, por primera vez en la Prehistoria Reciente, todos los mecanismos de resistencia que habían entrado en funcionamiento en etapas anteriores parecen haberse desactivado. Por ello se plantea la hipótesis de que es en este momento cuando los impulsos hacia la división social consiguirían traspasar el umbral que define a una sociedad como primitiva, transformando la naturaleza del poder y provocando la disolución del modelo de organización social precedente, dando lugar a un nuevo tipo de sociedad en la que el poder político —en manos de una nueva élite guerrera— se encontraría separado del conjunto de la sociedad.