La antropología victoriana y el estudio de la religión griega

  1. Verdía Barbará, Blanca
Dirixida por:
  1. José Carlos Bermejo Barrera Director
  2. María del Mar Llinares García Co-director

Universidade de defensa: Universidade de Santiago de Compostela

Fecha de defensa: 17 de decembro de 2010

Tribunal:
  1. Carlos García Gual Presidente/a
  2. Cecilia Criado Boado Secretaria
  3. Gonzalo Cruz Andreotti Vogal
  4. María Xosé Agra Romero Vogal
  5. Susana Reboreda Morillo Vogal
Departamento:
  1. Departamento de Historia

Tipo: Tese

Resumo

La presente tesis establece un análisis de las principales obras de diversos autores victorianos acerca de la religión griega antigua, examinando los modos en que los modelos de la naciente disciplina de la antropología, así como otras disciplinas también de reciente aparición, como la sociología, o incluso la psicología, son tenidas en cuenta por estos autores, quienes notan su influencia sobre las hipótesis que defienden. Asimismo, tampoco se dejará de lado el influjo que sobre sus trabajos impone el contexto histórico en el que se encuentran y ciertos aspectos de su trayectoria vital. Para ello, se organizará la tesis en tres partes principales, siendo la primera dedicada al estudio del contexto histórico; la segunda, a los principales hitos de la antropología victoriana e influencias de otras disciplinas; y el tercero, al estudio pormenorizado de los autores estudiados, inicialmente de modo independiente, pero con un apartado final dedicado a las relaciones establecidas entre todos ellos. Por lo que respecta al contexto, se incluirán aquellos aspectos que más hayan podido marcar a los diversos autores, estableciendo un recorrido por el contexto social, económico y político; seguidamente, religioso, moral e ideológico, donde se incluyen aspectos como el de la familia, el sexo, la religión, el autocontrol, el reciente interés por las diferentes razas, la situación de las mujeres y las agresiones punitivas, tanto en el hogar y la escuela como en relación con el poder judicial; finalmente, se analizan los aspectos principales del contexto intelectual, incluyendo los temas de la educación, la ciencia y la filosofía, los movimientos artísticos o el interés por la mitología. En el siguiente apartado se destacan las fuentes de las que bebe la antropología victoriana, partiendo de la Ilustración; el interés que poco a poco va surgiendo por conceptos como los de raza, civilización o progreso; el decisivo papel jugado por Darwin y por la etnología darwiniana, a lo que sigue el papel jugado por el evolucionismo clásico, sin olvidar sus principales figuras (Tylor, Morgan y Bachofen en la primera generación; Lang o Robertson Smith en la segunda, y Frazer, Westermarck y Marett en la tercera) y, por supuesto, la creciente institucionalización de la antropología. Tampoco se olvida la importancia del estudio filológico comparado que se da en Alemania, con Max Müller como principal exponente; de la anatomía comparativa que surge en Francia, donde destaca también la ciencia positiva del hombre social que A. Comte defiende, y, finalmente, de la economía política que se da en Inglaterra, donde destaca J. S. Mill. Asimismo, no se pueden dejar de lado a las principales figuras de otras disciplinas que también ejercen un fuerte influjo sobre algunos de los autores tratados, como Durkheim en sociología, Bergson o Nietzsche en filosofía y Freud en psicología. Por lo que respecta al apartado dedicado a los autores que se analizan en la tesis, en todos ellos se destacan la trayectoria vital, también analizada desde un punto de vista histórico en los casos en los que los datos con los que se cuenta ofrecen posibilidades para dicho análisis; los principales aspectos de sus obras, el análisis de las influencias intelectuales y la influencia del contexto histórico y de las experiencias personales sobre sus trabajos. Además, en algunas ocasiones, también se reflejan las críticas recibidas por dichos autores. Estos autores son, por un lado, los miembros del grupo conocido como Ritualistas de Cambridge, con Jane Ellen Harrison como figura central y Gilbert Murray, Francis Cornford y Arthur Bernard Cook como satélites, y, por otro lado, Lewis Richard Farnell como uno de los autores de la religión griega antigua de mayor prestigio del momento e, igualmente, uno de los principales oponentes de los Ritualistas. Además, esta tercera parte se cerrará con un capítulo dedicado, como ya se ha comentado, a las relaciones mantenidas entre todos estos autores, donde se analizará la controversia surgida acerca de la existencia del grupo de los Ritualistas de Cambridge, incluyendo las características comunes que definen al grupo así como las diferencias existentes entre los miembros, o la polémica acerca de la consideración de Cook como miembro del grupo. Igualmente, por supuesto, se establecerá una comparativa con otros autores de la época, encabezada por el ya mencionado Farnell, pero donde no se olvida a W. Ridgeway (feroz oponente del grupo) o a H. J. Rose (un autor que incluye aspectos novedosos también presentes entre los Ritualistas, pero desde una perspectiva absolutamente tradicional). Esta comparación tiene el objetivo de establecer la presencia o ausencia de las características consideradas propias del grupo en los trabajos de otros estudiosos y comprobar las tensas relaciones entre los Ritualistas de Cambridge y algunos de sus contemporáneos. Así pues, el análisis de L. R. Farnell ha llevado a destacar, en el plano de las influencias intelectuales, su giro, a partir de un inicio en el que su interés radicaba en la Escuela de mitologistas científicos, a un momento algo posterior, pero que precede a la publicación de sus trabajos más importantes, en el que rechaza las premisas de esta Escuela a causa de su nuevo enfoque, inspirado por la Escuela inglesa de antropología, con A. Lang a la cabeza. De este autor, sus obras toman la importancia concedida a la comparación antropológica o la diferenciación entre mitología y religión, siendo la religión social y constructiva, mientras la mitología se aleja de lo moral. Además, puede que su interés en su obra Greek Hero Cults por el estudio de la supervivencia del alma tras la muerte también esté en parte inspirado por este autor. Por supuesto, existen otros autores que ejercen una profunda influencia sobre él, como pueden ser Tylor, con su teoría del animismo, que Farnell apoya, en parte tal vez por ese interés suyo recientemente comentado de la supervivencia del alma; Robertson Smith, cuya teoría del sacrificio y cuyo punto de vista eminentemente social de la religión también pudieron inspirar en parte los trabajos de Farnell; Frazer, que con todos los aspectos evolucionistas de su trabajo, tales como el interés por los survivals o la comparación antropológica, y con sus teorías de rituales para propiciar la vegetación, fue una influencia indiscutible en su época; y otros autores algo más secundarios en este caso, como Usener, Mannhardt o Marett. Por lo que respecta a las influencias del contexto histórico o de sus propias experiencias vitales, cabe destacar, en primer lugar, el fallecimiento de su hermano y, posteriormente, el de su padre, pues estos dos trágicos episodios le conducen, en primer lugar, a una etapa en la que se refugia en la religión, pero, posteriormente, tras el segundo fallecimiento, se rebela contra esa misma religión, pues la idea de que su progenitor vea frustrada su entrada en el Cielo cristiano lo tortura. Posiblemente, esto lo empuja a atacar las ideas del Juicio final, el purgatorio y el Castigo eterno, y a dedicarse a su estudio de la noción de la bendita inmortalidad del alma. Asimismo, su escepticismo en lo concerniente a la religión guía su análisis de las similitudes entre el cristianismo y el paganismo, que reducen el cristianismo al estatus de cualquier otra religión. Además, sus obras son un vivo reflejo de su interés por la vida social y política, así como por el desarrollo de lo moral. Estos motivos que conforman su personalidad conducen a sus críticas a las tendencias individualistas y antisociales del evangelio órfico, a su loa a la religión griega por contribuir al desarrollo de la moralidad política, o a su defensa de que la moralidad divina no es sino reflejo de la ética humana, de modo que se hace innecesaria la existencia de un dios para mantenerla. Igualmente, en sus obras alaba el esfuerzo personal y la libertad de elección, la disciplina, el trabajo, la mesura, o la moderación en política. El siguiente autor en ser analizado es Jane Ellen Harrison, cuya obra, según ella misma admite, refleja sus propios demonios personales. En su caso, es de destacar el fallecimiento de su madre por complicaciones tras su parto y la boda en segundas nupcias de su padre con una evangélica radical. Estos episodios provocan en ella odio al matrimonio y un profundo miedo a la sexualidad, que se traduce en su obra en las críticas constantes a la sociedad patriarcal caracterizada por los dioses olímpicos, en la que las mujeres aparecen subyugadas siempre al varón; y en su defensa absoluta de la sociedad matriarcal que refleja la religión de Dioniso. Igualmente, su educación evangélica, que hace crecer en ella la semilla del autocontrol y que somete sus emociones hasta reducir su expresión al mínimo, y que contrasta con el espíritu supersticioso de la gente de Yorkshire, no sólo la conduce al ateísmo, sino que provoca que busque refugio en el mundo de la religión pre-olímpica, en la que la vida emocional es altamente valorada, y especialmente, la religiosidad salvaje de Dioniso y el ascetismo de Orfeo (éste último especialmente importante en la última etapa de su vida, cuando se centra en la defensa del ascetismo y la inmanencia). En el aspecto referido a las influencias intelectuales, sin duda es necesario establecer tres períodos diferentes. El primero de ellos, está coronado por la importancia del influjo que autores como Tylor, Robertson Smith o Frazer ejercen en su obra. De ellos toma los principales dogmas del evolucionismo; la explicación que Tylor ofrece de sacrificio en tanto que forma de propiciación de la divinidad para lograr algo a cambio; la importancia que Robertson Smith concede al ritual, así como también su teoría del ritual; la importancia de los ritos de propiciación de la fertilidad de Frazer y sus ceremonias de expulsión de lo viejo en un combate entre antagonistas o de muerte de lo viejo y resurrección de lo nuevo, que propician su Eniautós-daímon, así como la importancia que éste concede a la figura del pharmakós o a la figura del rey-dios; el interés de Bachofen hacia el matriarcado, o la preferencia del ritual dionisíaco al apolíneo y el desprecio hacia la sociedad victoriana de Nietzsche. El segundo período se caracteriza principalmente por el influjo de la sociología de Durkheim, de quien toma la primacía del aspecto social como base de la religión y el surgimiento de la idea de dios como la personificación de la emoción hipostasiada del grupo, además de la importancia concedida por este al ritual sobre el mito; y de la filosofía de Bergson, quien le transmite la idea de la importancia del cambio como elemento básico de la vida, algo que ella refleja en la oposición que su obra muestra entre Dioniso y los dioses del Olimpo. La tercera etapa, está gobernada por el influjo de la psicología, especialmente de S. Freud, de quien toma, en su obra Epilegomena, la idea mostrada en Tótem y tabú de la existencia de un mecanismo sociológico y psicológico que explique los orígenes de la religión en torno al complejo de Edipo, así como la importancia del tabú a partir del asesinato primigenio, en tanto que propiciatorio de la sociedad y la religión. Igualmente, se desvela la influencia del autor austríaco en la consideración mantenida por Harrison del mito como pensamiento-sueño de un pueblo o de la magia y el arte como modos de expresión de los deseos. Otro autor que logra influir en ella y en otros miembros del grupo, será Jung, con su inconsciente colectivo y su visión de los dioses como libido. Otra de las principales figuras de los Ritualistas es G. Murray, de quien sin duda merece la pena destacar su interés por mejorar la situación de los más desfavorecidos y su trabajo político en pos de la mejora de la sociedad y de la paz, siempre con una visión del mundo típica de un liberal gladstoniano con fe en el progreso hacia una humanidad perfecta. Su punto de vista político le lleva a identificar el liberalismo con los ideales de la Grecia clásica, a la que ve como una isla de civilización rodeada de barbarie, donde los ciudadanos estarían altamente implicados en la vida política de su polis y donde reinaría el espíritu de lo correcto y de la democracia; y a considerar al sistema olímpico como regido por los atributos del liberalismo moderno, como por ejemplo, serenidad, auto-disciplina, moral, virilidad, trabajo o seriedad, y como acicate del progreso moral. Por otra parte, la pertenencia a distintas Iglesias de sus progenitores convierten a Murray en un escéptico en temas de religión, que además, critica el ascetismo, el misticismo, el pesimismo y el egoísmo de las religiones salvacionistas, por ser contrarias al espíritu de la democracia y del trabajo a favor de la comunidad. De entre los principales autores que influyen en sus obras, encontramos a A. Lang, Robertson Smith, Frazer, Durkheim, Bergson o Usener. También ha de destacarse en F. Cornford su implicación política; en este caso, en tanto que socialista fabiano y demócrata, que se refleja en sus obras con escritos que muestran su oposición al despotismo y defensa de la democracia; igualmente, del mismo modo que el fabianismo concede importancia a la evolución, él enfoca su estudio, en parte, en la evolución de la religión a partir de las primeras formas hasta la llegada del olimpismo, y de la filosofía a partir de formas religiosas anteriores. Por otro lado, su racionalismo lo impulsa a alabar el movimiento que se produce en la Grecia clásica hacia la ciencia, gracias a la libertad que les confería la ausencia de dogmas en su religión. Por supuesto, su obra también deja ver la huella de otros autores, como Frazer o Durkheim, de quienes toma la idea de que el sistema totémico funciona como un modo de clasificación natural y social, o la evolución magia-religión-ciencia de Frazer, que él modifica como magia-religión-filosofía; también utiliza hipótesis de otros autores, tales como los ya mencionados Bergson, Tylor, Nietzsche, o Freud, por ejemplo, cuya idea de la represión y el complejo de culpa puede verse reflejado en la visión que del orfismo mantiene Cornford. El último de los autores pertenecientes al grupo de Cambridge sería A. B. Cook, cuyo trabajo destaca por estar mucho menos vinculado con el mundo de la política que el de otros Ritualistas, y por no reflejar apenas ninguna característica personal. Así pues, sólo su profunda religiosidad deja huella en su Zeus, por ejemplo, en su interpretación de Zeus tendente al monoteísmo, visto como Padre y dios de la Justicia; omnipotente, omnisciente y clemente; también en su identificación del dios con el pecador y, por supuesto, sobre todo con el énfasis en la tríada divina del Padre, la Madre y el Hijo, visto como su propio padre renacido, que encuentra en varias figuras de la religión griega, destacando las de Zeus, Sémele y Dioniso. Las influencias intelectuales sobre su obra sí son algo más patentes que las referencias vitales. Así, se nota su interés por los trabajos de Tylor, Marett o Usener, pero muy especialmente, de Frazer, de quien parece tomar, entre otras cosas, la figura del mago terrestre del clima, la idea de sucesión al trono por medio del matrimonio con la hija del rey precedente, el matrimonio sagrado con motivos de promover la fertilidad o la muerte violenta del rey. También se vale de suposiciones frazerianas en su visión del dios del Cielo y defiende en su obra la hipótesis del rex Nemorensis, cuyo paralelo en su obra Zeus sería Zeus Amón o Sabacio, a quien relaciona con un roble sagrado, considera consorte de una diosa Tierra y atribuye como progenie a un joven que no es sino él mismo, y que identifica con Dioniso. Precisamente la pertenencia de este autor al grupo de los Ritualistas de Cambridge es controvertida, hasta el punto de que el propio Murray no lo considera como integrante del grupo. Se dan, efectivamente, diferencias entre él y los demás miembros del grupo de Cambridge: en primer lugar, es mucho más conservador y mucho más religioso y, por otra parte, se muestra contrario al Eniautós-daímon tan defendido por los otros miembros de la Escuela. Este aspecto se trata en el último capítulo de la tesis, junto con la cuestión, algo más general, de la propia existencia de dicho grupo, pues también existe un debate acerca de este aspecto. Los argumentos principales en contra de la existencia del grupo pasan por lo difícil que resulta encontrar una proposición mantenida por todos sus integrantes, por la idea de que la impresión de grupo tan sólo estaría provocada por la atracción que Harrison producía sobre los demás miembros y por el hecho probado de que ni Cambridge ni ritualistason términos aplicables en exclusiva a estos autores, pues otros muchos, como Lang, Farnell, Frazer o Robertson Smith también mantienen hipótesis ritualistas. Por el contrario, aquellos que defienden la existencia de la Escuela, sostienen que todos los miembros reflejan en sus obras las mismas influencias intelectuales, que aplican a sus trabajos la antropología frazeriana y la psicología social durkheimiana, y que desarrollan teorías sobre la relación entre el mito y el ritual y sobre los orígenes de la religión y del drama. Además, destacan el hecho de que los propios autores se sienten un verdadero grupo y colaboran frecuentemente. Otros aspectos a tener en cuenta serían el hecho de que sus obras están escritas con una perspectiva subjetiva que deja permear sus propias ideas políticas y que, igualmente, tratan de hacer del mundo griego algo vivo para la gente de su tiempo. Sobre todo, se dan tres características fundamentales que los unirían: en primer lugar, el destacado lugar que ocupa en sus obras el estudio de los orígenes y de los survivals; en segundo lugar, el interés mostrado por la antropología y aplicación no sólo a las etapas prehistóricas de Grecia, sino también a la Grecia clásica; finalmente, la defensa realizada de su teoría del mito y el rito, por la que generalmente conceden mayor importancia al estudio de los rituales. También coinciden en un alto grado en sus teorías acerca del origen ritual del drama, a partir del rito que celebra la vida del Eniautós-daímon, salvo en el caso de Cook, quien, como sabemos, rechaza plenamente esta figura, a pesar de coincidir al considerar que la tragedia surge de un ritual celebrado en conmemoración de Dioniso, si bien considera un ritual diferente al del resto de ritualistas como el originario de la tragedia. Finalmente, se analizan las relaciones del grupo con otros eruditos del momento, basadas frecuentemente en una dura oposición, en parte debida a cuestiones no académicas, ya que los autores más conservadores los consideraban subversivos. La tesis destaca la oposición de Ridgeway, Farnell y Rose. Ridgeway era el mayor representante del conservadurismo de los estudios clásicos de la época y su oposición al grupo se muestra sobre todo en las teorías mantenidas acerca del origen de la tragedia. Por lo que respecta a Farnell, de ideas políticas tradicionales y contrarias al grupo, este autor mantiene una relación ambivalente con los Ritualistas, que va desde el respeto y la admiración mutua sentidos hacia Murray, hasta la oposición más absoluta a Jane Harrison, tanto en aspectos académicos como personales. La obra de Farnell en realidad contiene algunos de los elementos teóricamente definitorios del grupo ritualista, como su interés por lo primitivo, su defensa de la comparación antropológica o su aceptación de la teoría ritualista en muchos casos, si bien no la considera la única explicación válida. Sin embargo, prefiere centrarse en el estudio de las concepciones religiosas en diferentes épocas que en el estudio de los orígenes, estudiando principalmente divinidades completamente formadas. Tampoco identifica rasgos primitivos dentro del período clásico (algo que, en realidad, comparte con Murray), y se mantiene dentro de la corriente más tradicional de estudios religiosos. Finalmente, el caso de Rose nos ofrece la visión de un autor que se vale también de la disciplina antropológica y el estudio de los survivals, que se interesa por el estudio de los orígenes y considera necesario analizar los elementos más salvajes que se encuentran en Grecia, y que considera que el mito surge en gran medida del rito, aunque no asuma el modelo ritualista. Sin embargo, adopta una perspectiva tradicional, destaca la victoria de la racionalidad griega sobre lo irracional y primitivo y se orienta por ello al estudio de la Grecia más civilizada, oponiéndose a la equiparación entre griegos y salvajes. Así pues, puede concluirse que lo que distingue verdaderamente al grupo de Cambridge no son sus intereses, influencias o uso de nuevas disciplinas, sino el modo novedoso en que introdujeron estos elementos en su trabajo y, aunque sus obras no hayan superado el paso del tiempo, la huella dejada en su momento (tanto por la influencia que llegaron a suponer para otras disciplinas como por la magnitud de las críticas recibidas y la importancia de sus detractores) muestra su importancia. Finalmente, no puede dejar de observarse las dificultades que para el presente estudio ha supuesto la falta de documentación biográfica (como sucede en los casos de Cook y Cornford) y la ausencia de estudios sobre las principales obras de algunos de los autores (nuevamente Cornford, pero también Farnell). A pesar de ello, se ha contado con la más que inestimable ayuda que supuso el acceso a los papeles personales de L. R. Farnell, sitos en la biblioteca del Exeter College, en Oxford, y de la correspondencia personal de G. Murray, en la New Bodleian Library, de la Universidad de Oxford.