El comercio marítimo de Galicia, 1525-1640

  1. Juega Puig, Juan
Dirixida por:
  1. María del Carmen Saavedra Vázquez Director

Universidade de defensa: Universidade de Santiago de Compostela

Fecha de defensa: 17 de febreiro de 2012

Tribunal:
  1. Xán Carmona Badía Presidente
  2. María López Díaz Secretario/a
  3. Ricardo Franch Benavent Vogal
  4. Ofelia Rey Castelao Vogal
  5. Juan E. Gelabert Vogal
Departamento:
  1. Departamento de Historia

Tipo: Tese

Resumo

La presente tesis de doctorado, titulada El Comercio marítimo en Galicia ,1525-1640, ha sido dirigida por la profesora doctora María del Carmen Saavedra Vázquez del departamento de Historia Medieval y Moderna de la USC. El periodo escogido nos permite observar la repercusión en Galicia de una coyuntura alcista, que se extiende grosso modo entre 1480 y 1595, a la que sigue otra fase de estancamiento y quiebra a partir de 1625. El ámbito de estudio se centra principalmente en el territorio meridional conocido como Rías Baixas, puesto que sus puertos ejercen durante todo el siglo XVI el liderazgo comercial gallego. Este hecho tiene que ver en gran medida con la cercanía del reino portugués a puertos como Vigo, que actúa como centro redistribuidor de productos brasileños hacia Amberes, sacándole más partido al tráfico colonial incluso que los puertos autorizados para el comercio directo con la América Hispánica, A Coruña y Baiona. A lo largo del siglo XVI Galicia exporta productos agrarios y pesqueros, cuyos artículos estrella eran el vino y la sardina, e importa, fundamentalmente, manufacturas, materiales relacionados con la producción propia y cereal en los años de malas cosechas. En este contexto los puertos de las Rias Baixas adquieren su ventaja debido a dos factores: la abundancia de la pesca y el privilegio institucional. En este sentido hemos pretendido dar una explicación que vinculara el modelo productivo y comercial pesquero con el marco institucional del que depende y al que beneficia. La abundancia en las capturas de sardina fue posible gracias a la introducción de unas artes comunales de gran tamaño, los cercos, en la ría de Pontevedra en octubre de 1484 por Alonso García de Raxoo. Tras este primer contacto, los cercos son acogidos en todas las poblaciones costeras pertenecientes al señorío arzobispal: los mareantes de Vigo, Cangas do Morrazo, Pontevedra, Muros y Noia redactan ordenanzas de pesca, confirmadas por los arzobispos, en las que reservaban los tres meses otoñales para el manejo de los cercos, poniéndose de manifiesto la prioridad de los cercos sobre las restantes artes pesqueras, xeitos o traiñas. La primera ordenanza de pesca conocida es la de A Coruña, redactada en 1514 por el gremio y hospital de Santo André. Los mareantes pontevedreses de la cofradía do Corpo Santo redactan las suyas en 1523. No es difícil entender el razonamiento de los arzobispos de Santiago al apoyar estas medidas. El señorío compostelano encontró en las ordenanzas pesqueras un medio eficaz de recaudación fiscal y de control, y aún expansión, jurisdiccional. Siendo el cerco una actividad comunal, los lances se realizaban a la vista de todos, siendo posible conocer con exactitud matemática los quiñones o lotes que correspondían a los párrocos y arzobispos. Por otro lado, dada la vocación monopolística de las ordenanzas de los cercos, los titulares de la sede compostelana se harán con la jurisdicción de los enclaves portuarios de la orilla sur de la ría de Vigo, pertenecientes al obispado de Tui y fuente de permanentes conflictos entre ambas sedes eclesiásticas. En la ría de Muros ¿ Noia los dos siglos de historia anteriores facilitaban el camino: toda la ría caía bajo la jurisdicción arzobispal. Estas ordenanzas tenían además un carácter asistencial y corporativo, derivado de la naturaleza comunal de su actividad. Por ello, las autoridades municipales estimularon asimismo furnir cercos y redactar ordenanzas que establecieran acoger a todo vecino que demandara un quiñón de red. En Muros, donde las compañías eran las más populares, antes de inaugurarse la campaña otoñal, en la misa dominical, el escribano municipal leía desde la tribuna la composición de cada cerco, y si alguien no estaba incluido, debía acudir a la casa del concejo a reclamar un hueco para su quiñón. El éxito comercial de villas como Pontevedra estaba, por tanto, vinculado a este arte de gran tamaño, pero también al abasto de sal, puesto que, la sardina embotada, podía navegar, como indican las cartas de fletamento, de San Sebastián a San Sebastián (Cádiz), la totalidad de la fachada atlántica. Las incursiones en el mercado mediterráneo, propias de siglos anteriores, son cada vez menos apetecibles debido a las dificultades para atravesar el Estrecho, debiendo permanecer los navíos inmovilizados muchos días, al peligro de encontrarse con los piratas argelinos y la escasa demanda en sus puertos de la mercancía de retorno. Por el contrario, los puertos situados en el arco atlántico andaluz ofrecían a la marinería y mercaderes gallegos una de las más valiosas cargas para el camino de vuelta, las tinajas de aceite de oliva, imprescindibles para la elaboración de los escabeches. El otro producto gallego que llena las bodegas de los navíos comerciales en Pontevedra son los blancos caldos del Ribeiro de Avia, que llegaban sobre mulos en pellejos, y eran volcados en botas para su embarque. La ruta preferida era el Cantábrico. Sus mercaderes, en especial los asturianos, acabarán controlando este comercio. Sin embargo, a pesar de la importancia de la demanda de la costa Cantábrica, el acicate fundamental de la producción del Ribeiro fue el avituallamiento de las armadas reales, que demandaban unas mil pipas en cada campaña; cantidad que era difícil de satisfacer por los cosecheros, lo que llevó a la intendencia militar a recurrir, en algún año puntual, al vino tinto de Monçao de las bodegas del norte de Portugal.